Tras la
sombra del eco que murmulla un oleaje se encontraba Luis,
meditabundo, sumido en sus pensamientos, sin encontrar respuesta a lo
respondido ni atisbo de razón en lo sucedido. De pronto empezó a
sonar “with or without you”. Lo estaban llamando al móvil. Echó
un rápido vistazo a la pantalla del mismo y la imagen reflejada en
él produjeron miles de mariposas revoloteando por su ansia. Un sudor
frío recorrió su espalda, su boca quedó como un secarral andaluz y
su voz quedó en lo más recóndito de su esperanza. La canción se
difuminó entre el miedo inconcreto a una luz lejana que se aproxima
por un túnel estrecho. Un silencio cerrado inundó la sala como el
obituario de un vagabundo. Recrea que recrea Luis en su memoria no
ceja por comprender
LO
SUCEDIDO
La silueta
de una niña con los brazos en alto soltando un alegato imaginario
permanecía inmóvil acariciada por la tenue luz de una farola que, a
su vera, protegía el significado de la imaginería popular. Pasando
a su lado, en un instante equidistante, un hombre desaliñado, por
nombre Luis, erguido, peinado con las manos, frente surcada por los
matices del asombro y la decepción, ojos grises claro que invitan a
perderte en ellos, nariz intermedia como la belleza de la Gioconda,
boca pobre de estímulos pero rica en disimulos, barba mal arreglada
que junto a su forma de peinarse, cree que le da un estilo
alternativo y cuerpo normal como las caídas de hojas en otoño. Su
andar, apresurado, su respiración, entrecortada, su destino, la
cafetería Sedeustedmismo. Allí le esperaba Julia, chica mundana, de
larga melena rubia rizada, ojos azules como el mar de Alborán,
silueta marcada a fuego por maestros sopladores de vidrio y piernas
inacabables como la pasión de los amantes Veronenses.
Se conocen
bajo el tostado olor a café que manaba del local. Tan solo se habían
visto en fotografías. Él siempre se escusaba tras un PC y no
poseer CAM para no tener videoconferencias con ella. Y Julia con el
tiempo se dejó acostumbrar. Dos besos cordiales tras un -hola, ¿Cómo
estás?, -por fin nos conocemos en persona, -Ardía en deseos, y
demás frases tópicas de encuentros pactados. Después cada uno en
su silla, un camarero toma nota de un cortado y un capuchino con sacarina. Se
miran a los ojos, cursando él un mar y ella jugando al escondite,
tras murmullos cada vez más lejanos, acercan sus manos, se las
acarician mutuamente, despacio, como el paso de los años en un niño.
Luis sonríe a Julia, ella lo mira hechizada. Un breve espacio de
tiempo que se eterniza por lo deseado del encuentro. Interrumpe el
camarero -El cortado era para usted, y el capuchino entonces para
usted. Ni se dan por aludidos, siguen viajando por el cosmos del
deseo. Un repentino resorte por un pensamiento frío desconecta a
Luis de su ensoñación -¡ostras, los cafés, que se enfrían! En
ese mismo momento Julia recibe un puñetazo en lo más profundo de su
entusiasmo, pero quiere ser prudente, no por dejar de escribir un
bolígrafo con tinta se ha de tirar a la basura.
Ambos, en
silencio, cada vez más arrinconado por los murmullos del local, se
disponen a iniciar el rito del café. Azúcar para él y edulcorante
para ella son vertidos en sus respectivas tazas. Movimiento circular
con la cucharilla dentro de la taza no muy rápido pero sin pausa.
Sacar la cucharilla, dar tres o cuatro golpecitos en el borde de la
taza para dejarla sin gotas, dejarla en el platillo y entre sorbos y
sorbos debería comenzar la
CONVERSACIÓN
-Bueno, dime
guapísima, ¿cómo estás?-preguntó él para romper el incómodo
silencio.
-Eso ya me
lo has preguntado ¿no lo recuerdas?-le espetó ella.
-¿Eh? ¡Ah!,
si, si, es verdad. ¡En que vé ese torpedo sexuá, por la gloria de
su madre, que ni sabe dónde tiene su gromenagüer!-exclamo Luis para
hacer gracia e intentar salir del apuro
-¡Vaya!,
estás irreconocible… ¿Dónde está el romántico que me enamoró?
-Aquí,
aquí, claro, soy yo. Luis ya tenía la sensación de que la
tempestad podía más que él ante el timón.
-Luis, no me
jodas que eras una puta ilusión, un fantasma, un falso, que lo que
me decías era de otros y me he enamorado ciegamente de una
irrealidad…
-No, mujer,
claro que no. Mira, cielo, te aseguro que todas mis palabras salían
de mis pensamientos, que era verdad lo que te decía…
-No me lo
puedo creer. Te oigo en persona y no te conozco… ¿Cómo lo hacías
cuando me llamabas al móvil? Yo alucino. ¿Dónde está ese hombre
tan sensible que me hacía tocar el cielo con frases como “Eres la
flor que inunda mi alma, tus pétalos son las alas que me insuflan
deseo, tu estambre el dormitorio donde te poseeré, tu estigma el
habitáculo secreto donde germinará mi simiente, tu sépalo el hogar
que fundaremos y tu pedúnculo la unión perpetua entre nuestros
corazones”. Me la aprendí de memoria de tanto leerla.
¡Dioooooosss….! Tengo que ir al baño.
Lo único
que pensó Luis en ese momento es que iba a ir a retocarse el
maquillaje tras orinar. La verdad es que ella abrió las compuertas
de su alma y esta salió por sus ojos en forma de llanto
desconsolado. Tras desahogarse en un mar salado, secó sus azuladas y
rojizas ventanas, suspiró tan hondo como pudo entre arrebatos sordos
de un hipo a punto de estallar y abrió la puerta del aseo. Frente al
espejo vio una chica derrotada, vilipendiada, crédula y enamoradiza.
Abrió el grifo de agua y el sonido de ésta contra el lavabo hizo
que por un brevísimo momento, como un aleteo del colibrí, pasara por su mente toda la cascada de decepciones sufridas por parte de los
hombres. Puso las manos bajo el grifo una pegada a la otra, formando
una improvisada pila de agua bendita, solo que ésta iba a contener
agua clarificadora.
Nuevamente
uno frente al otro. Ésta vez la mirada de ella es inquisidora y la
de él de asombro. Ya no hay manos acercadas y las caricias son un
mero recuerdo. La taza que contenía el cortado está vacía. La que
contiene el capuchino está dos milímetros por debajo de su nivel y
completamente frío.
-Amor-detalló
un confiado Luis. Has tardado más de lo que creía. Jejejejejejeje,
las mujeres aunque entréis solas también tardáis lo suyo en
pintaros los labios, jejejejejejeje.
-Vale,
maldito bastardo, le vas a chulear a tu puta madre. Eres como todos
los tíos. Una caricatura de un hombre de verdad-dijo Julia
explotando sus pulmones en un torrente de voz que dejó el local en
un inusitado silencio. Ella se levantó de la silla, se dirigió
hacia la puerta del establecimiento, la abrió de golpe y la soltó
tal como él había destrozado su corazón.
-Jejejejeje-fue
lo único que supo improvisar Luis -Las mujeres, ni podemos vivir con
ellas ni sin ellas, o algo así, jejejejeje-Se levantó de la mesa,
se dirigió a la barra cubierta de una envejecida madera en tonos
nogales. Podía sentir como lo miraban todas las personas de la
cafetería, pero lo único que supo hacer fue pagar nerviosamente los
cafés e ir con aire taciturno hacia la calle mientras se rascaba la
descuidada barba pensando: “¿Qué le habrá pasado a ésta?
EPÍLOGO
Una rápida
luz ilumina brevemente una densa oscuridad, viciada por la
incomprensión de reconocer las cosas bien hechas y sin embargo
desconocer el matiz que diferencia el amor del odio. Una canción
irrumpe de pronto descomponiendo las partículas del silencio. “With
or without youuuuuu... I can´t liveeeeeeee with or withouuuuut
youuuuuu”. Una imagen ilumina lo caótico y una mano decidida
atiende el móvil.
-Dígame-Casi
susurra Julio inspirado por lo sombrío.
-¡Eres un
hijo de puta cabrón! ¡Ojalá ardas en el jodido infierno!-gritó
Julia llevada por un tsunami que la inundaba por dentro.
Luis siguió
con el aparato en la oreja. Impertérrito escuchó cada palabra que
el auricular le transmitió. Volvió a dejar el móvil sobre el sofá,
se dejó caer sobre el respaldo del mismo y pensó: “Para mí que
esta debe ser una malfollá”.
Antonio
Jiménez