jueves, 6 de noviembre de 2014

Una historia de amor bajo la guerra



El comienzo de esta historia nunca se supo, solo os puedo contar cómo en una noche sin luna ni estrellas, una flecha  ardiendo surcó el cielo partiendo el aire, rozando al grajo y dando la clase de situación que declina en guerra. A partir de ahí, todo fue confusión, despertares sin preliminares, lanzas y espadas, flechas y escudos, mortales y viudas,
todo al son de los acróbatas guerreros que irrumpieron sin aviso,
cruzando la frontera del exceso en pos de los pobres ilusos.

Pero como en todas desgracias, en esta encontramos otra de diferente calado, pues soldado de Astes fue herido por otro de Cibrea,
y éste para apresarlo lo introdujo en el interior de una cueva cercana,
que la intuía segura para que confesara los secretos ocultos de su pueblo,
más en su odio se posó la pesadumbre de la confusión,
e hizo las paces con el Dios de su interior, ya que al mirar a su rehén,
más concretamente al mirarlo fijamente a los ojos,
cayó prendado sin remisión en un dolor que se asemejaba al amor.

Le curó las heridas a su rehén y le untó bálsamo de hojas y miel,
para amortiguar su dolor. El Asteo se sintió confuso al ver Cibreo en tal actitud, y quiso apartar de su costado la mano que tanto calor le daba,
pero intuyó que para salvar su vida, debía seguir la cura hasta mejorar su herida. Todo en silencio, y mientras tanto los dos pensaban el impedimento de su lenguaje, que al ser de contenido extraño para ambos, les imposibilitaba el poder hablarse.

Fuera, la contienda seguía su curso, pero a Cibreo le costaba horrores detener su deseo, el deseo de besar al Asteo con todo su amor, hasta dejarlo sin aliento, mientras éste poco a poco, daba señales de su mejoría. Un buen día, se hartó de valor, y mirándolo fijamente a los ojos, se deslizó muy suavemente mientras su corazón cada vez se aceleraba más, pero tan solo quería rozar sus labios con los de su amado. Al fin el encuentro se produjo, se juntaron y no se separaron pues la llamada de la osadía fue con pasión recibida.

Lentamente las lenguas hicieron acto de presencia y  las acaricias fueron repasando  el mapa de ambos. En ese encuentro hicieron astillas los remilgados patrones de Judea. La mano del Cibreo se paró en el duro pecho, y bajaron por las olas del abdomen prieto, hasta posarse en la dura presencia que rugía en su preso. La liberó de sus livianos trapos, la asió lentamente, la introdujo en su boca, y con suavidad hizo movimientos ascendentes  y descendentes, hasta que Asteo tras mucho jadear tembló y con dulzura separó su cabeza y la posó en su tabla de duros abdominales.

Tras breve responso, ambos se dispusieron una al contrario del otro,
con intención de que el placer fuera mutuo. Fue tanta la pasión y el amor allí mostrado, que Cibreo tras un jadeo de locura plena, eyaculó hasta la ribera tras espasmos de gozo infinito. A continuación lo hizo Asteo, y el cuadro enseguida se contempló atendiendo a dos amantes satisfecha su hambre y devuelta su realidad. Ambos se volvieron a besar, se vistieron y desaparecieron rogando a sus Dioses no permitir
jamás que sus manos dieran fin a quien tanto le había hecho sentir.


Antonio Jiménez

domingo, 2 de noviembre de 2014

Tan solo tres cosas pido



Tan solo tres cosas pido,
solo tres, como pájaro trino,
entendiendo la constancia como virtud,
y la meritocracia como actitud de gracia,
queriendo esas cosas como mías, sin rabia.

Una es el arte de escribir sin parar,
poemas, relatos, ensayos, novelas,
y si me esmero, diatribas filosofales,
al ser ancho de espaldas y grande de mente,
pido poco más que ínfulas dementes.

Otra es ser constante,
ya que soy pecador de lo marchito,
y me desdibujo ante la primera tormenta que llama a mi puerta.
Sea este el primer milagro que pido,
pues el arte lo domino y la dejadez me domina.

El último es ser más competitivo,
no conformarme con una meta,
sino ser el primero en llegar a la cuesta.
Sé que suena a megalómano,
pero me he marcado un camino:
¡ser el mejor escritor en pos al mito!!!

Poseo la duda y la cordura,
el hambre y el instante,
la razón y el corazón,
el ritmo y la pasión.
Tan solo tres cosas pido,
solo tres, como pájaro espino.

Sea pues el arte, la constancia y la competitividad,
sean tres las sustancias para plasmar mi ansia de escapar,
sin saltar el muro de la inocencia y el pecado,
ya que sería raro componer de una vez estos versos,
los cuales dicta mi razón, si no fuera por algo concreto. 

Antonio Jiménez