Es verdad que son bonitos todos esos
pueblecitos,
todas esas villas, esas aldeas, esos
lugares, esas ciudades,
con sus castillos, sus iglesias, sus
playas;
solo tienen un punto débil y es estar
habitadas,
y es estar habitadas por gentes que miran
el resto con desprecio desde lo alto de
sus murallas.
La raza de los patriotas, de portadores de
estandartes,
los imbéciles felices de haber nacido en
algún sitio,
los imbéciles felices de haber nacido en
algún sitio.
Malditos sean esos hijos de su madre
patria
y empálense de una vez por todas en sus
campanarios,
que os enseñan sus torres, sus museos, su
ayuntamiento,
os enseñan su país natal hasta haceros
bizquear.
Bien sean de París o de Roma o de Sète,
o del quinto pino o bien de Zanzíbar
o incluso de Moncuq, se jactan ¡carajo!
los imbéciles felices de haber nacido en
algún sitio,
los imbéciles felices de haber nacido en
algún sitio.
La arena en la que sus sensibles
avestruces
hunden la cabeza, no la hay más fina,
y en cuanto al aire que emplean para
llenar sus tripas,
sus pompas de jabón, es un soplo divino.
Y poco a poco he aquí que se convencen
de que hasta el estiércol hecho por sus
caballos,
aunque sean de madera, da envidia a todo
el mundo,
los imbéciles felices de haber nacido en
algún sitio,
los imbéciles felices de haber nacido en
algún sitio.
No es un lugar común el de su nacimiento.
Compadecen de todo corazón a los pobres
desgraciados,
los pequeños infelices que no tuvieron el
regalo,
el regalo para el espíritu de ver la luz
entre ellos.
Y cuando suena la alarma sobre su
felicidad precaria
contra los extranjeros, todos más o menos
bárbaros,
salen de su agujero para morir en guerra,
los imbéciles felices de haber nacido en
algún sitio,
los imbéciles felices de haber nacido en
algún sitio.
Dios mío, que feliz sería la tierra de los
hombres
si sobre ella no se encontrase esta raza
incongruente,
esta raza inoportuna y que abunda por
todas partes,
la raza de la gente del terruño, de la
gente del lugar.
Qué hermosa sería la vida en todas las
ocasiones
si no hubieses sacado de la nada a esos
tontos,
prueba, quizás definitiva, de tu
inexistencia:
los imbéciles felices de haber nacido en
algún sitio,
los imbéciles felices de haber nacido en
algún sitio.
Georges
Brassen