Un
frío recurrente se inmola en mi corazón,
no
me es inesperado, me sabe a recuerdos vividos.
La
tarde arrecia, la noche es desvirgada,
como
cada día, como cada ocaso,
y
yo, tan solo entre mi nada, espero y suspiro
por
el regreso de mi amada. El frío se cala ya
en
mis huesos, y me es conocido. A lo lejos
un
olor reconocido apuñala mi alma.
Me
separo de la manada y corro en su
búsqueda.
Ahora la escena me deja inmóvil,
aparto
la mirada e intento no aullar, pues
puedo
aclamar a la muerte sin piedad.
Nunca
podré olvidar tu bello cuerpo
flotando
sobre la savia que antes
corría
por tus venas, mi amada.
Antonio Jiménez
No hay comentarios:
Publicar un comentario